jueves, 28 de agosto de 2008

Estamos gilipollas

Vengo del Teruel profundo. El Teruel profundo apenas existe. NI PUTA FALTA que le hace. La señora del bareto de la minipiscina municipal del jodío pueblo perdido precioso estaba más que contenta porque ya no tenía, como cuando era moza, que subir desde la acequia al pueblo con tres cántaras de agua, una a la cabeza y dos a los costados, porque hacía ya años que tenía agua corriente. Y por tanto tampoco tenía que bajar a lavar al lavadero, que luego tendían las sábanas ahí mismo porque subirlas mojadas era una pasada de cansado. Y YA ESTÁ, COÑO. Y punto. Y ahora su vida era muy buena. Y tenían hasta teléfono pa llamar al médico si alguien se ponía muy malo de repente, y ya no se ponían tan malos porque comían todos los días de casi todo. Y ahora, maldita sea, vuelves a Madrid, que existe demasiado, y está lleno de putos centros comerciales donde venden mogollón de gilipolleces que no necesitamos en absoluto. Y la revista Rolling Stone se anuncia por la radio y dice que te cuentan la vida de una tal Amy Winehouse, que es una imbécil perdida que igual hasta canta fatal (no sé porque nunca la he oído ni ganas que tengo) como si la vida de esa tía tuviera el mínimo interés; y que te regalan no se qué hostias que tampoco te hace falta en absoluto, y que no te sirve para levantarte por la mañana y buscar una poza del río y bañarte y mirar los peces y cavar las patatas, que hace que duelan más los riñones que trabajar con el ordenador pero que igual es mucho más útil y encima tiene mucho más que ver con la vida real y no con ese puto cuento del desarrollo sostenible que nos hemos montado. Eso es un eufemismo para decir codicia. El desarrollo no es sostenible, y nosotros estamos todos gilipollas, los que hemos montado todo este estúpido tinglado por haberlo montado y los que no, porque están deseando adherirse a él. Y yo soy la peor porque debería subirme a un tejado y gritar esto a la Humanidad entera y no lo hago. La Humanidad no me iba a hacer ni puto caso. Debería echarme al monte a comer raíces. Soy seguramente la que menos valgo porque yo lo sé y soy consciente y aún así no lo hago.


Voy a ver si Fósilman me da la pastilla.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Pequeña rectificación: el fin de la HEGEMONÍA occidental

Es que no estoy muy de acuerdo con el título que le he puesto a la última entrada. No describo "El fin de la Civilización Occidental" sino "El fin de la Hegemonía Occidental", que no es lo mismo. Yo entiendo por Civilización Occidental ésta que está teóricamente basada en los valores cristianos tradicionales pero cuyo motor es básicamente el aumento indefinido del bienestar material mediante el crecimiento no regulado de la economía y orientada básicamente hacia el individuo y no el grupo. Representada actualmente por los países europeos, norteaméricanos y en buena medida los sudamericanos. Y emulada por los países orientales ya que actualmente están reproduciendo o intentando reproducir nuestro modelo social y económico creyendo, errónea o acertadamente (no tengo conocimientos ahora mismo como para pronunciarme) que ello proporciona una mayor prosperidad al conjunto de individuos. Por tanto, el fin de la hegemonía occidental no tendría que modificar mucho el actual estilo de vida occidental.

No, lo que sí supondrá el fin de la civilización occidental será la modificación profunda de nuestras actuales costumbres... y creo que eso ocurrirá cuando ya no tengamos acceso fácil y barato a la energía. Cuando la escasez de petróleo lo descarte atnto por disponibilidad como por precio y la energía eléctrica sea casi prohibitiva. Actualmente a nivel práctico la energía se nos pone a disposición a los ciudadanos en dos formas básicamente: combustibles (gasoil, gasolina, keroseno...) y eléctrica (que es en lo que se convierte la energía nuclear, solar, eólica, hidroeléctrica o procedente de centrales térmicas). Ya están surgiendo los combustibles elaborados a partir de materias vegetales, pero de momento a un precio social y medioambiental bastante alto, que por un lado tal vez no acepte el Tercer Mundo y por otro lado aumente tanto la presión sobre los recursos naturales que empiece a haber escasez de materias primas... y por ahí sí que no se va a poder pasar (ahora mismo no se me ocurre como va a petar el asunto, pero socialmente petará).

¿Y qué pasará cuando no podamos disponer de nuestros automóviles para desplazarnos a unos centros de producción cada vez más alejados de nuestras viviendas? Tal vez eso sea lo de menos, ahí está el transporte público. ¿Y cómo haremos funcionar todos nuestros actuales juguetitos (TODOS necesitan energía: la tele, el ordenador, la play, el coche para irnos de excursión, la música que oímos...)? Bueno, tampoco eso es muy preocupante. ¿Y cómo mantendremos la disponibilidad de alimentos frescos en buen estado cuando tengamos que reducir el tamaño de nuestras neveras por no poder pagar su actual consumo? Desde luego la tecnología puede retrasar todos estos problemas creando aparatos energéticamente más eficientes, pero ojo, recuérdese que las grandes compañías de electricidad, gas, petroleras, etc., de momento no tienen ninguna prisa por fomentar la investigación en este campo para no disminuir sus ventas.

¿Y alguien se imagina a un alto directivo de una petrolera, gordo, calvo y barrigón, preocupándose seriamente de como les irá a sus bisnietos... y menos a los bisnietos de Fátima la mozambiqueña, si es que alguno de los dos los tiene?